El Alcázar
Declarado Patrimonio de la Humanidad, el Alcázar es el palacio real más antiguo de Europa que conserva su función.
Su historia y la singular belleza de sus palacios y jardines hacen de él uno de los espacios más sugerentes y sensuales de la arquitectura española. En época musulmana, Abd-al-Rahman III construyó en el 913 un palacio fortificado, cuyos restos son los más antiguos del Alcázar.
En el siglo XI, el rey de Sevilla, Al-Mutamid, levantó el que llamó el Alcázar de la Bendición. Los califas almohades Abu Yaqub Yusuf y Abu Yusuf al-Mansur construyeron también aquí su residencia, a ésta pertenece el Patio del Yeso. Tras la reconquista, Fernando III convirtió el Alcázar en su morada y en él murió en 1252. Aquí habitó su hijo Alfonso X quien mandó construir el palacio Gótico. En él surgieron las leyendas de los amores de Sancho IV o Alfonso XI, y sobre todo de Pedro I.
Éste fue quien ordenó en 1364 levantar el palacio mudéjar que constituye el principal conjunto de los alcázares que hoy conocemos. Los Reyes Católicos y los Austrias realizaron ampliaciones y reformas en los palacios y jardines. En esta época, en 1526 se celebraron las bodas del emperador Carlos V con Isabel de Portugal. En el siglo XVIII fue residencia de Felipe V de 1729 a 1733 quien estableció durante este periodo su corte en Sevilla. Al ser residencia del Asistente, acogió al ilustrado Pablo de Olavide de 1767 a 1775. Durante el XIX se realizaron diversas intervenciones y a principios del XX se configuraron los jardines exteriores del Alcázar. Hoy sigue siendo residencia de los reyes de España quienes en 1995 festejaron en él la boda de la infanta Elena, hija del rey Juan Carlos I.
Construido entre 1364 y 1366, combina elementos de la arquitectura cristiana con la almohade sevillana, la cordobesa, la toledana o la nazarí granadina, mezclando la fantasía decorativa oriental con las formas occidentales.
El rey Pedro I fue el que mandó edificar el palacio Mudéjar que constituye el conjunto más importante del Alcázar. Pedro I solicitó a su amigo Muhamad V de Granada artesanos para que trasladaran a su palacio la exquisita decoración de la Alhambra, en una clara muestra de la aceptación de las virtudes de la cultura musulmana.
Soberbia es su fachada al patio de la Montería. La puerta de acceso adintelada la flanquean arcos ciegos de herradura que se prolongan con paños de sebka. En la planta superior se abren ventanas con arquillos que apean sobre columnas y, sobre ésta, un dintel con cerámica blanca y azul con la máxima nazarí “y no es vencedor sino Alá”. Enmarcándolo, en caracteres góticos, se recuerda que el rey Pedro I mandó construir este palacio. Como remate, el excepcional alero de madera realizado por carpinteros toledanos. El palacio era en su origen de una sola planta, pero en tiempo de los Reyes Católicos se le añadió la superior. Al parecer el nombre del patio proviene de que en este lugar el rey reunía a los monteros para ir de caza.
El salón de Embajadores se levantó sobre el salón del trono del palacio de Al-Mutamid, del que se conserva el bello arco de los “Pavones”, llamado así por los pavos reales que lo adornan. En época de aquel, se le conocía como la sala de las “Pléyades” y aquí reunía a los poetas de su corte.
Lo forma un cubo, símbolo de la tierra, cubierto por una semiesfera, símbolo del cielo, para significar en su conjunto al Universo. Bellos zócalos de azulejos, espléndidas yeserías policromadas, triples arcadas apoyadas en capitales califales configuran el cubo.
La espléndida cúpula de media naranja es de madera decorada con lacerías formando estrellas, simulando la cúpula celestial. La realizó Diego Ruiz en tiempos de Juan II en 1427. La policromía dorada acentúa la sensación de esplendor de esta rica estancia. De finales del XVI, son la representación de los reyes, desde el visigodo Recesvinto a Felipe III, que recorren el friso. En el siglo XIX se añadieron los espejitos que se incrustan en los huecos de las lacerías.
El palacio de Pedro I se configura en torno a sus dos patios, el de las Doncellas, alrededor del cual se distribuían las estancias oficiales, y el de las Muñecas, al que rodean las estancias domésticas.
El amplio patio de las Doncellas une el arte mudéjar con el plateresco. Una fuente de mármol se sitúa en el centro del patio rodeado por arcos lobulados. Sobre los paños de sebka aparece un friso con escudos de Castilla y León y águilas bicéfalas imperiales de tiempos de Carlos V.
Extraordinarios son los zócalos de azulejos y las puertas que dan acceso a las distintas dependencias que se abren al patio, doradas y policromadas con primorosas lacerías, en especial, la que da acceso al salón de Embajadores. En 1540, se realizaron las galerías altas por Luis de Vega.
La frescura, la delicadeza de sus yeserías y la tamizada luz ofrecen un tranquilo y encantador lugar para el reposo.
Unas cabecitas femeninas en uno de los arcos son las que inspiraron el nombre al pequeño patio de las Muñecas. Éste constituía en el palacio de Pedro I el centro de las estancias domésticas.
La frescura, la delicadeza de sus yeserías y la tamizada luz ofrecen un tranquilo y encantador lugar para el reposo. Forma su planta baja una galería de arcos de medio punto peraltados sustentadas en columnas con fustes negros y rosados.
La tradición cuenta que estos se trajeron desde Córdoba por orden del rey Al-Mutamid. El entresuelo y la galería alta fueron añadidos en el siglo XIX por el arquitecto Rafael Contreras. Las yeserías con que se adornan éstas son vaciados de originales de la Alhambra granadina.
Alfonso X el Sabio reunió en el Alcázar a una corte de poetas e intelectuales y encontró aquí recreo e inspiración para sus obras.
El Palacio Gótico, que Alfonso X construyó sobre los restos del Alcázar almohade, se concluyó en 1271. Quiso representar el triunfo cristiano sobre el Islam, en contraste con el posterior palacio Mudéjar de Pedro I que asumió los moldes orientales.
Alfonso X el Sabio, al igual que hizo el rey Al-Mutamid, reunió aquí en el Alcázar a una corte de poetas e intelectuales y encontró recreo e inspiración para sus obras. En él se pueden observar las bóvedas de crucería, admirar los zócalos renacentistas en homenaje al emperador Carlos y la colección de tapices.
María de Padilla residió en el palacio Gótico que Alfonso X construyó sobre los restos del Alcázar almohade, cuyo jardín del Crucero se conoce por ello por su nombre.
María de Padilla fue el gran amor de Pedro I, quien, tras la muerte de ésta, la reconoció como su esposa legítima. Hoy reposan juntos en la cripta de la Capilla Real de la Catedral.
Ella residió en el palacio Gótico, cuyo jardín del Crucero se conoce por ello por su nombre. Este jardín almohade lo formaban dos pasillos que se cruzaban y otro que rodeaba el perímetro, alcanzando su altura el nivel del actual patio del crucero. Los pasillos lo sostenían bóvedas sobre pilares con una alberca en el centro, ocupándose los cuatro huecos resultantes con naranjos.
En el siglo XIII, al construirse el palacio Gótico, se dispusieron las bóvedas de crucería. Entre 1577 y 1579 se construyó una fuente de aspecto rocoso al fondo de la alberca.
El oratorio con el altar de Pisano fue de las primeras obras que en Sevilla usó la técnica del azulejo plano polícromo.
El oratorio forma parte del llamado Cuarto de la Reina por Isabel la Católica. El cuarto lo dividen dos columnas de mármol con capiteles mocárabes rematados por cimacios de hojas de encinas doradas, donde apean arcos decorados con claraboyas góticas.
El oratorio lo preside el altar renacentista de Niculoso Pisano. Realizado por el italiano en 1504, esta obra maestra de la cerámica fue de las primeras que se realizaron en Sevilla con la técnica del azulejo plano polícromo. La escena representa la visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel.
Se diseñaron entre el XVI y el XVII, cuando se transformaron las preexistentes huertas islámicas en un extraordinario jardín manierista.
Los jardines del Alcázar constituyen un ensoñador espacio, sabia combinación de naturaleza y arquitectura. Diseñados entre el XVI y el XVII, cuando se transforman las preexistentes huertas islámicas en un extraordinario jardín manierista.
Estos reciben sugerentes nombres como Estanque de Mercurio, Jardín de las Danzas, del Príncipe, de Troya, de la Galera, de las Flores, de las Damas, de la Alcubilla, de la Cruz o de los Poetas. Fue éste el paraíso en que se refugió el poeta Joaquín Romero Murube, muchos años conservador del Alcázar. En el llamado Estanque de Mercurio, una fuente con la representación del dios se erige en el centro de la alberca. Esta es una pequeña escultura praxiteliana de Diego Pesquera fundida por Bartolomé Morel en 1577.
A sus espaldas se levanta la galería de Grutescos del milanés Vermondo Resta de 1612. Utilizando el “opus rusticum” transformó la antigua muralla almohade en un teatral decorado que enfrenta los jardines a una ornamentación arquitectónica que intenta simular a la naturaleza. Contaba con efectistas juegos de agua y un órgano hidráulico con efectos sonoros producidos por la presión del agua.
Uno de los acontecimientos históricos más importantes de los sucedidos en el Alcázar fue la boda de Carlos V con su prima Isabel, hermana de Juan III de Portugal.
Entre 1543 y 1546 se levantó en los jardines el pabellón de Carlos V, espléndida mezcla de arte mudéjar y renacentista. Al exterior se presenta como un cubo cubierto por un tejado a cuatro aguas rodeado por galerías de arcos de medio punto.
Sus paredes se cubren con extraordinarios azulejos policromados y con yeserías mudéjares en el exterior y platerescas en el interior. Una fuente baja de mármol se encuentra en el centro y junto a la luz penumbrosa que accede por la galerías exteriores y la vegetación que rodea el pabellón, configuran un espacio fresco y plácido para el descanso.
Uno de los acontecimientos históricos más importantes de los sucedidos en el Alcázar fue la boda de Carlos V con su prima Isabel, hermana de Juan III de Portugal. El emperador llegó a Sevilla el 10 de Marzo de 1526 y, al conocer a su prometida Isabel, prendado por su belleza, precipitó su boda a las primeras horas del 11 de Marzo, vísperas del Domingo de Ramos. La Semana Santa se celebró con mayor solemnidad que nunca y, tras esta, se celebraron espléndidos festejos en la ciudad con justas, toros y fiestas de cañas hasta su marcha de Sevilla el 13 de Mayo. A las bodas asistieron personajes como Baltasar de Castiglione, Juan Boscán, Garcilaso de la Vega o Andrés Navagero.