Sevilla, ciudad de Ópera

Descubrir la historia, patrimonio, leyendas y personajes a través de la ópera, es un bello modo de conocer Sevilla y sus costumbres.

No en vano, prestigiosos autores como Mozart, Verdi, Beethoven, Bizet… se inspiraron en nuestra ciudad para componer sus grandes creaciones, hasta un centenar, y, de entre éstas, las cinco grandes óperas: Don Juan, Carmen, Fidelio, El Barbero de Sevilla y Las Bodas de Fígaro. Recorrer el bello Barrio de Santa Cruz, popular por sus casas señoriales, sus angostas y típicas calles, sus patios, sus fuentes… Es aquí donde encontraremos la Hostería del Laurel, lugar en el que se reunieran Don Juan Tenorio y Don Luis de Mejía. Entrar en la Fábrica de Tabacos nos sitúa en el primer acto de Carmen, la bella cigarrera, junto a Morales, Don José, los soldados y el bullicio de las operarias… Y así, un sinfín de rincones donde el visitante sitúa a los protagonistas de estas grandes óperas que tanto han paseado el nombre de Sevilla fuera de sus fronteras.

La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla fue fundada en 1990. Su primer director artístico Vjekoslav Sutej, auténtico diseñador de la orqueta, permaneció al frente de la orquesta hasta 1996. Su actual director artístico es el maestro Pedro Alffter con el que esta institución constituida por ciento treinta profesores de 19 países, se ha posicionado como una referencia en el entorno europeo de estas agrupaciones musicales. Con un programa repleto de celebradas obras, y una decidida apuesta por la renovación continua del repertorio, la ROSS ocupa un legítimo lugar entre las grandes orquestas del panorama actual.

Y en una Ciudad de Ópera no podría faltar un espacio destinado al “bel canto”. Sevilla inaugura hace dos décadas el Teatro de la Maestranza. Situado en un entorno privilegiado, a orillas del Guadalquivir, cuenta con unas excepcionales características técnicas y una variada programación operística, convirtiéndolo en el gran espacio escénico del sur peninsular.

La casa-patio se configura en torno al patio principal rodeado de galerías de arcos de medio punto, que derivaron a formas adinteladas al avanzar el siglo. La cancela de entrada se encuentra traspasado el zaguán. Este invento sevillano de la cancela, nacido en el XVIII, propició el nacimiento de la casa-patio romántica del XIX.

Si la casa sevillana parte de la mudéjar en que la fachada se cierra al exterior, con la cancela, la puerta más abierta, el mismo patio de la casa sale a la calle y convierte el interior de la casa en parte de la calle misma. En la fachada, aparecen los “cierros” de hierro que se popularizaron durante este siglo. Con esta elegante solución, el balcón se incorporaba con mayor intimidad a la casa y se permitía a través de sus grandes cristaleras observar discretamente el exterior. Junto a la casa-patio como vivienda de la burguesía, aparecen un conjunto de edificios de variadas tendencias como la casa de las Sirenas, Villa Eugenia o Yanduri.

La introducción del modernismo en Sevilla surgió gracias a una nueva burguesía deseosa de mostrar su posición y una generación de arquitectos que quieren abrirse a las nuevas corrientes europeas. En un primer momento, se manifestó, especialmente, en el arte decorativo, incorporándolo a obras decimonónicas. Este es el caso de la Joyería Reyes, donde en su interior surge un extraordinario muestrario modernista equiparable a los mejores que en este estilo se idearon en Europa.

En 1903, José Gómez Otero construyó en la calle Jerónimo Hernández 18-20 la primera obra modernista de la ciudad. En 1904, su yerno, Aníbal González, levantó la fachada goticista del sagrario de la iglesia del Santo Ángel, muy cercana al modernismo catalán. En su etapa modernista, Aníbal González realizó obras como el desaparecido Café París en la Campana con su espléndida torre de hierro y cristal o como los edificios gemelos de Alfonso XII 27-29 con su imaginativa decoración. En sus edificios industriales, como la Fábrica de Enrique Ramírez en Torneo (1908-1909), la necesidad funcional acercó a Aníbal González al secesionismo vienés. En 1905, Simón Barris y Bes realizó la casa de Tomás de Ibarra 9 y en 1908, José Espiau edificó la vivienda de Orfila 11, era el momento en que la estética modernista tuvo mayor auge en la ciudad.

En 1174, el califa almohade Abu Yaqub Yusuf ordenó construir un puente para unir las orillas del Guadalquivir. Lo compusieron barcas sujetas entre sí sobre las que se colocaron los tableros. Duró hasta la construcción del Puente de Isabel II en 1852, popularmente conocido como el de Triana. Es la primera obra de arquitectura en hierro de Sevilla y de las primeras de España. Lo proyectaron los ingenieros franceses Gustavo Steinacher y Fernando Bernadet inspirados en el parisino del Carroussel. El puente se unió al conjunto de medidas que modernizaron la ciudad durante su reinado. Entre estas, en 1859 se estableció el trazado de la red ferroviaria. Esto supuso una revolución en los transportes aunque provocó graves problemas urbanísticos. Las líneas estrangularon la ciudad, impidiendo la comunicación eficiente entre el centro y la periferia, lo que sólo se solventó con las obras realizadas en 1992 y la inauguración de la estación de Santa Justa.

Los duques de Montpensier al instalarse en 1849 en el palacio de San Telmo adquirieron la llamada Huerta de San Diego en donde Lecolan diseñó un pintoresco jardín romántico. La donación de la infanta María Luisa a la ciudad de la mayor parte de los jardines en 1893 dio origen a este hermosísimo parque que lleva su nombre. Supone una perfecta unión entre la naturaleza y la arquitectura de sus fuentes, glorietas y edificios.

Dentro de los distintos proyectos que se realizaron con motivo de la Exposición Iberoamericana se encargó al jardinero francés Forestier, conservador de los parques y paseos de París, el nuevo trazado de los jardines. Su idea se resume en dos líneas básicas, la función social de un parque en una ciudad moderna y la reinterpretación del jardín andaluz inspirándose en los del Alcázar, la Alhambra y el Generalife. En 1914 se inauguraron los nuevos jardines, que mantuvieron del de los Montpensier el monte Gurugú, la ría de los Patos o el estanque de los Lotos y a los que se unieron otros como el jardín de los Leones o el de la Concha. De 1912 es la romántica glorieta que se erige al gran poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), obra del escultor Lorenzo Coullalt Valera (1876-1932). El busto del poeta se sitúa sobre una alegoría del amor herido y muerto, y tres mujeres que representan el amor que llega, el presente y el que se va. El grupo rodea a un ciprés de agua que se plantó curiosamente en 1870, año de la muerte de Bécquer.