La edad de Oro de España

El barroco coincide con el principio de decadencia del imperio español.

La Sevilla del XVII se caracterizó por la decadencia del comercio con América, las epidemias de peste, la pobreza y mendicidad. La situación desembocó en una fuerte religiosidad, motor del tan característico arte barroco sevillano. Obras cumbre de este barroco son el pequeño templo de Santa María la Blanca, o los magnos edificios de la Iglesia del Salvador y la Iglesia de la Magdalena, todos enclaves excepcionales del arte barroco sevillano, donde nos sorprenderán obras de importantes artistas como Juan de Mesa o Martínez Montañés, así como del genial Murillo.

En ese momento se trazarán calles anchas y rectas, y los edificios van abandonando las modestas fachadas para ofrecer caras dotadas de cierta monumentalidad. Frente a los palacios y templos surgen plazas idóneas para fiestas y actividades mercantiles. La muralla con sus casi 200 torres y una docena de puertas surgió preservando a la urbe de las inundaciones y de las pestes.

Situada en un barrio rodeado de templos mudéjares, San Luis es, aunque parezca una paradoja, uno de los templos barrocos más importantes de Europa. San Luis, destinado a ser noviciado de los jesuitas, se terminó en 1731. En la antigua calle Real, por donde los reyes entraban en Sevilla. Obra perfecta, con todos los elementos dirigidos a encontrar un fin unitario.

Mezquita, sinagoga con la cesión de los judíos del solar por Alfonso X e iglesia cristiana gótico-mudéjar tras el asalto a la judería de 1391. Una de las cumbres del barroco andaluz por el despliegue ornamental realizado para celebrar el Breve a favor de la Inmaculada y víctima de los expolios que la invasión napoleónica produjo en la ciudad.

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Hospital de la Caridad

La Caridad está íntimamente ligada a Miguel Mañara, una de las personas con mayor hacienda de la Sevilla de entonces, que tras la muerte de su esposa en 1661 abandonó su vida mundana para dedicarse al servicio de los pobres. Todavía se mantienen costumbres como la de que los hermanos den la comida a los enfermos y ancianos alojados en él o el ascético funeral de los miembros de la Hermandad, rito póstumo del espíritu barroco que aún perdura en Sevilla. El extraordinario conjunto del interior de la iglesia se inicia con las Postrimerías de Valdés Leal y continúa con la exposición de las Obras de Misericordia con lienzos de Murillo, en gran parte expoliados por el mariscal Soult durante la invasión napoleónica. Culmina en el retablo mayor de Bernardo Simón de Pineda y Pedro Roldán como plasmación de la obra de misericordia de enterrar a los muertos, finalidad original de la Hermandad de entierro de ajusticiados y ahogados.

Hospital de los Venerables

El Hospital de los Venerables lo fundó Justino de Neve en 1675 para el cuidado de sacerdotes ancianos e impedidos. La construcción la comenzó en 1676 Juan Domínguez y la continuó, hasta su conclusión en 1698, Leonardo de Figueroa. Desde 1987 es sede de la Fundación Focus-Abengoa. El edificio se articula alrededor del patio central y en uno de cuyos costados se abre la iglesia. De una sola nave, destacan en ella los frescos que cubren sus paredes. Iniciados por Juan de Valdés Leal en la bóveda del presbiterio, los concluyó su hijo Lucas Valdés. La iglesia se decoraba con pinturas de Murillo, que fueron robadas en 1810 por el mariscal Soult, como la Inmaculada de los Venerables, hoy en el museo del Prado.

San Luis

San Luis de los Franceses, destinado a ser iglesia del noviciado de los jesuitas, se inició en 1699 y se terminó en 1731 durante la estancia de la corte de Felipe V en Sevilla (1729- 1733). En la antiguamente llamada calle Real, por donde los reyes entraban en Sevilla, en una zona donde surge y predomina las iglesias mudéjares, se encuentra de forma paradójica uno de los templos barrocos más importantes de Europa. Obra perfecta, con todos los elementos dirigidos a alcanzar un fin unitario. Configura un espacio místico, abigarrado y luminoso de exaltación de la Compañía de Jesús.

El autor de las trazas de San Luis fue Leonardo de Figueroa. Su planta es de cruz griega, terminando los brazos de la cruz a manera de exedra. La cúpula constituye el elemento central del templo que, como símbolo de la gloria celestial, busca expresar la eternidad a quien la contempla. La cúpula se decora con pinturas arquitectónicas de Lucas Valdés que acentúan la sensación de altura de ésta, aparecen también pintados distintos elementos del judaísmo. En la base se sitúan figuras con cartelas que indican las virtudes del buen religioso: humildad, misericordia, obediencia… El retablo principal lo realizó Pedro Duque Cornejo en 1730. Mezcla elementos de los más diversos formatos: pinturas, esculturas, espejos, relicarios y otros motivos ornamentales.

El Salvador

El Salvador se encuentra en uno de los lugares en donde, desde la fundación de la ciudad, se ha desarrollado la vida cívica de ésta. Así, fue uno de los flancos del foro romano, que ocupaba los alrededores de la Alfalfa. Posiblemente, se encontraba aquí una basílica romana, transformada en cristiana en tiempos del emperador Teodosio (346-395). Sobre ésta, los musulmanes edificaron la mezquita mayor de Adabbas en el 830 que con la conquista de Sevilla en 1248 se consagró como iglesia cristiana. En 1671, en estado ruinoso, se derribó para levantar el actual templo del Salvador, quedando sólo testimonios de aquella en el patio de los Naranjos y en el arranque del antiguo minarete.

Leonardo de Figueroa dirigió los trabajos desde 1696 hasta 1711, tras concluir su primera gran obra en Sevilla, el Hospital de los Venerables. Cuando la portada central se abre, se admira desde fuera el extraordinario retablo mayor, sobre todo cuando ya de noche, iluminado, refulge desde el interior. Realizado por el portugués Cayetano de Acosta entre 1771 y 1779, constituye uno de los mejores retablos de Sevilla. En la parroquia se conservan otras interesantes obras de arte como la Virgen de las Aguas del siglo XIII, el portentoso Cristo del Amor, obra de Juan de Mesa, el San Cristóbal de 1597, primera obra documentada de Montañés en Sevilla o su obra maestra, Jesús de la Pasión.

Casas del siglo XVI y XVII

El siglo XVI trajo la apertura de los edificios a la calle. Hasta entonces dominó la falta de luces y ventanas hacia el exterior, como en la Casa del Rey Moro, casa mudéjar del siglo XV. Las fachadas siguen el modelo, que acabó imponiéndose en el seiscientos, por el que se abrieron a la calle ventanales y balcones, alcanzando paulatinamente el balcón principal cada vez mayor importancia y complejidad, proceso que culminó con los del Palacio Arzobispal o San Telmo. Esta evolución se inició en el XVI como nos relata Pedro Mexía en 1548: “todos labran ya a la calle, y de diez años a esta parte se han hecho más ventanas y rejas a ella que en los treinta de antes”. Entre los ejemplos más tempranos se encuentran el palacio de las Dueñas de los duques de Alba, la Casa de Pilatos o el palacio de los marqueses de Algaba.

Casas del siglo XVI y XVII

El siglo XVI trajo la apertura de los edificios a la calle. Hasta entonces dominó la falta de luces y ventanas hacia el exterior, como en la Casa del Rey Moro, casa mudéjar del siglo XV. Las fachadas siguen el modelo, que acabó imponiéndose en el seiscientos, por el que se abrieron a la calle ventanales y balcones, alcanzando paulatinamente el balcón principal cada vez mayor importancia y complejidad, proceso que culminó con los del Palacio Arzobispal o San Telmo. Esta evolución se inició en el XVI como nos relata Pedro Mexía en 1548: “todos labran ya a la calle, y de diez años a esta parte se han hecho más ventanas y rejas a ella que en los treinta de antes”. Entre los ejemplos más tempranos se encuentran el palacio de las Dueñas de los duques de Alba, la Casa de Pilatos o el palacio de los marqueses de Algaba.

El Ayuntamiento de Sevilla

Hasta el siglo XVI, el Ayuntamiento compartió con el Cabildo Eclesiástico su sede en el llamado Corral de los Olmos junto a la Catedral. La presencia de Carlos V para su boda con Isabel de Portugal en 1526 impulsó la idea de construir un nuevo edificio en la plaza de San Francisco. Ésta se transformó profundamente. Al Ayuntamiento se unieron la Audiencia y la hoy desaparecida Cárcel Real (donde estuvo Cervantes y donde, supuestamente, ideó su inmortal Don Quijote). La plaza abandonó su uso como mercado para constituirse en sede del poder y lugar de celebraciones cívicas y religiosas.

Constituyó uno de los escenarios de la Sevilla Imperial que retratan las obras de Mateo Alemán, Cervantes, Lope de Vega o Vélez de Guevara, cuando la riqueza, el poder y el esplendor artístico se unieron a la picaresca, el derroche y la intolerante Inquisición. Las trazas originales del Ayuntamiento son de Riaño, que trabajó en él de 1527 a 1534. Le sucedió Juan Sánchez, y, desde 1560, Hernán Ruiz II, que diseñó la elegante logia de doble arcada que daba a la plaza de San Francisco, desgraciadamente derruida con la reforma del XIX. El derribo del convento de San Francisco en 1840 permitió dotar a Sevilla de una nueva plaza Mayor. En 1854, Balbino Marrón urbanizó este nuevo espacio en lo que sería la plaza Nueva. El nuevo edificio envolvió al renacentista, que se conservó en su frente sudeste.

El Parlamento

Fadrique de Ribera, muerto en 1539, dispuso en su testamento la construcción de un hospital frente a la puerta Macarena, “tal y de tal calidad que se pueda tener y tenga por obra perpetua”. Llamado de las Cinco Llagas, fue en su momento el mayor de Europa con más de mil camas para hombres y mujeres. Esta función se mantuvo hasta 1972 y, tras años de abandono, se restauró para ser, desde 1992, la sede del Parlamento de Andalucía. Martín de Gaínza realizó las trazas del Hospital en 1546. La planta del hospital renacentista que se había impuesto desde los Reyes Católicos era un gran rectángulo en el que se cruzaban dos naves dando lugar a cuatro patios. En este modelo, una iglesia se situaba en la intersección de las naves y así lo planteó Gaínza, sin embargo, Hernán Ruiz II lo varió, construyendo en 1584 una iglesia exenta en uno de los patios delanteros.

Según Chueca Goitia, constituye “la más grandiosa organización de edificio religioso clásico que tenemos en España antes del Escorial”. La monumental portada principal la forman dos cuerpos con columnas pareadas que soportan un frontón recto rematado por jarrones. Juan Bautista Vázquez “el Viejo” labró en 1564 los relieves en mármol del arco de entrada que representan a las Virtudes Teologales. La planta rectangular de una sola nave con capillas entre los contrafuertes inició el modelo llamado “de cajón”. Éste influyó en el barroco sevillano cuando, con el impulso de la Contrarreforma, se prefirió la funcionalidad de las iglesias de una sola nave que mejoraban la audición y contemplación de la Misa.

El Archivo de Indias

Este clásico edificio nació para albergar adecuadamente las transacciones de los mercaderes de la ciudad. Estos, tradicionalmente, las venían realizando en las gradas de la Catedral, pero, cuando había mal tiempo, llegaban a invadir el interior del templo, lo que provocaba constantes críticas del Cabildo. Como consecuencia de esto, Cristóbal de Rojas y Sandoval, arzobispo de la ciudad, envió carta de protesta a Felipe II en 1572. El rey decidió ese mismo año la construcción de la Lonja. Los planos se deben al arquitecto del Escorial Juan de Herrera. La construcción se levanta sobre un basamento que salva los desniveles del terreno.

Es de planta cuadrada con lados de 70 metros con un gran patio central también cuadrado. Junto a la fachada trasera se sitúa el monumento llamado del Triunfo que se erigió para recordar que en ese mismo lugar se terminó la celebración de la Misa interrumpida en la Catedral como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755. Carlos III decidió adaptar la Lonja como archivo para todos los documentos sobre las posesiones españolas en las Indias. El arquitecto Luis de Cintora dirigió las reformas, entre 1785 y 1789, que la convirtieron en el Archivo General de Indias. De su intervención destaca la soberbia escalera principal de mármoles policromos, claro ejemplo del mantenimiento de la tradición barroca en esta época tardía, en contra de las corrientes neoclásicas. El escultor Blas Molner realizó las estanterías de caoba. La impresionante colección del Archivo, con 43.175 legajos y unos 3.400 mapas, es imprescindible para el conocimiento de la conquista y colonización de América.

Plaza de Toros de la Maestranza

La nobleza mantuvo durante siglos la práctica de ejercicios ecuestres de cañas y acoso de toros en lugares como la Puerta de Córdoba, la plaza del Duque, la plaza de Armas, Tablada y la plaza de San Francisco, donde existen testimonios desde 1405. En 1707 se construyó una plaza cuadrada de madera que se apoyaba en uno de los muros del convento del Pópulo, hoy Mercado del Arenal. En 1733, la Real Maestranza de Caballería obtuvo de Felipe V el permiso para la construcción de una plaza de toros.

Realizada en madera, constituyó la primera plaza redonda de España. En 1761, con proyecto del arquitecto Vicente San Martín, se inició la que conocemos en la actualidad. Sin embargo, habría que esperar hasta 1881 para verla concluida con las obras que dirigió en esta última fase Juan Talavera de la Vega. Durante este transcurso de tiempo, se fueron adosando edificios en torno a ésta. Esto supuso que la circunferencia perfecta que se proyectó inicialmente se tornara en imposible, obligando a adaptar el edificio, incluyendo el ruedo, al solar resultante de esta yuxtaposición. La fachada principal se concluyó en 1787 en un sobrio estilo barroco.

El Corral del Conde

Francisco Morales Padrón define así al corral de vecinos: “Es un gran patio rodeado de habitaciones, de una, dos o tres plantas que se vuelcan a él, gozando de unos servicios sanitarios y lavaderos comunes y teniendo, en cambio, unas cocinas individuales a la entrada de la habitación, bien en un poyete, bien en una alacena”. El corral de vecinos tiene su precedente en los adarves musulmanes, callejones ciegos que por la noche se cerraban quedando las viviendas en su interior. El aumento de la población en el XVI los convirtió en una acertada solución para familias con bajos recursos que encontraron aquí albergue. Fueron la residencia de las clases bajas sevillanas hasta el segundo tercio del siglo XX. La estructura del corral creaba una pequeña sociedad con sus propios tipos y costumbres.

La estructura del corral creaba una pequeña sociedad con sus propios tipos y costumbres. A la pequeñez de la vivienda y falta de servicios higiénicos se sobreponía la solidaridad entre los vecinos que compartían sus vidas en los bautizos, en las bodas, en las cruces de mayo, en la vida diaria o, incluso, con la llegada del viático para el moribundo. Entre los corrales de vecinos, el mayor de todos ha sido el Corral del Conde con sus 107 habitaciones y del que hay noticias desde 1561. J.M. Martínez Escribano llevó a cabo la reforma para su adaptación a edificios de apartamentos entre 1981-1984. Su planta es irregular en forma de L. En sus tres plantas con galerías adinteladas se abren las habitaciones alrededor de su perímetro. En el centro del patio se encuentra el lavadero y en su lado corto una pequeña capilla. Otros corrales que se conservan son el del Coliseo, Jimios, 22, o el de Cristo de Buen Viaje, 19.

El Palacio Arzobispal

En el solar del Palacio Arzobispal existieron unas termas romanas de las que se conservan una cámara abovedada con nichos de lo que podría ser el frigidarium y, probablemente, la pila del patio de los Naranjos. Su origen como residencia de los prelados hispalenses procede de la donación que realizó Fernando III el Santo al obispo Don Remondo en 1251 de “unas casas en la plaza de Santa María, su bodega, cocina, establo y una hortezuela dentro de las casas”. El palacio actual se edificó en la segunda mitad del XVI, momento en que se definió su planta en torno a sus dos patios. Durante el XVII se levantó la espléndida escalera y en el 1704 se concluyó el edificio con su monumental portada principal, obra de Lorenzo Fernández de Iglesias. Columnas pareadas profusamente decoradas sostienen un frontón roto en donde se abre un gran balcón con rica ornamentación rematado con una peana y dos jarras.

Junto con la del Museo de Bellas Artes representa el mejor antecedente de la obra maestra de las portadas barrocas sevillanas, la del Palacio de San Telmo. Durante la ocupación napoleónica de Sevilla (1810-1812), fue la residencia del Mariscal Soult. Entre los arzobispos de Sevilla destaca San Isidoro (540-600), autor de las Etimologías, que tuvieron una profunda influencia en la cultura medieval. El cardenal Marcelo Spínola (1835-1906) durante la hambruna de 1905 pidió como un mendigo limosna de puerta en puerta para los pobres. Juan Pablo II lo beatificó en 1987 junto a Sor Ángela de la Cruz (1846-1932), “la madre de los pobres”, fundadora de las Hermanas de la Cruz, siendo ambos de los personajes más queridos por los sevillanos del siglo XX.

El Palacio de San Telmo

Lo fundó la Universidad de Mareantes para la formación de jóvenes como pilotos y marinos para la carrera de Indias. Este edificio es el más importante de la arquitectura civil sevillana durante el periodo barroco. Iniciado en 1681, su construcción no terminó hasta 1796. A Leonardo de Figueroa se debe la fachada principal, el patio central y la iglesia. La portada principal es un alarde de magnificencia barroca. Abigarradas columnas flanquean la entrada sobre la que unos atlantes de aspecto indio, símbolo de la carrera de Indias, sostienen el espléndido balcón. En el remate, flanqueado por San Fernando y San Hermenegildo se encuentra una estatua de San Telmo en silueta con el cielo, que sostiene un barco y cartas náuticas.

En 1849, San Telmo se convirtió en residencia de los Duques de Montpensier, Antonio de Orleans, hijo de Luis Felipe de Francia y la infanta María Luisa, hermana de Isabel II. Con ellos, el palacio se convirtió en el centro de la vida social sevillana, la llamada “corte pequeña”, en la provinciana y agraria Sevilla de la segunda mitad del XIX. Los Montpensier fueron los padres de María de las Mercedes la cual protagonizó en 1878 el romántico episodio de su matrimonio con el rey Alfonso XII (1857-1885) que terminó trágicamente por la prematura muerte de la reina a los cinco meses de la boda. En 1893 la infanta María Luisa cedió parte de los jardines del palacio a la ciudad, que se transformaron en el bello parque que lleva su nombre. La infanta murió en 1897 legando el palacio a la archidiócesis de Sevilla que lo convirtió en Seminario. En 1989, se cedió el edificio para sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, encargándose Guillermo Vázquez Consuegra de su rehabilitación.